Gengenbach, un precioso pueblo de cuento en el borde la Selva Negra.
Voy caminando por una de sus calles adoquinadas, hasta llegar a una plaza con una fuente , las casas con sus típicas fachadas con madera, las ventanas llenas de flores de colores y el tejado en triángulo, a cual más bonita.
Me adentro en sus callejuelas, descubriendo sus rincones, todo huele a pasteles y flores, no extraña que sea el pueblo de Charlie y la fábrica de chocolate.
Llego a una pequeña plaza donde hay una catedral, que es la iglesia de Santa María, de estilo barroco y que se encuentra junto a un monasterio benidictino, su interior data del siglo XII. Los frescos del techo son maravillosos, así como sus columnas, y el púlpito blanco es de los más bonitos que he visto. Todo tiene un toque ortodoxo.
Al salir de la catedral, continuo por la calle de la derecha y llego a un hermoso jardín con árboles enormes, preciosas flores y un gran aroma que lo impregna todo, recorro todo el parque paseando y admirando su belleza.
Termino la visita de este pueblo de cuento en una panadería que he visto antes, comprándome un brioche que tiene una pinta deliciosa.